Historia personal del magullado, una historia que podría ser la tuya.

“Hay que golpear dos veces para conseguir un trauma”. Sigmund Freud. Les Moi et les mécanismes de défense, PUF, 1936.

Primer golpe: primer médico, un ortopedista. -Creo que tiene fibromialgia pero hay que hacer pruebas. Mi reacción: Incredulidad.

Segundo golpe: segunda opinión, segundo médico, un famoso reumatólogo especialista en fibromialgia. -Efectivamente, tiene fibromialgia- Mi reacción…surge el trauma.

Para curar el primer golpe tuve que conseguir un lento trabajo de cicatrización. Era preciso para mi mente y mi cuerpo. Había que procesarlo.

Para atenuar el segundo golpe se hizo necesario que cambiar la idea que uno se hace de lo que ha ocurrido, por tanto tuve que reformar la representación de mi desgracia y ponerla en los ojos de los demás, es decir; asumir con valor que la enfermedad ahí estaba (aún está), y debía hablarlo con mi familia. Sabía que el relato de mi angustia llegaría a su corazón y el retablo que reflejaba mi tempestad les heriría.

Había que hacerlo y con el mayor valor posible. Explicar que muchas de las cosas que veían en mí, irían transformándose poco a poco. Fue una herida real y profunda. Pero la cicatrización había que agregarle lo que representaba en mi vida transformarme.

Lo que más trabajo me costó fue el darme cuenta de que la cicatriz queda y se convierte en una brecha entre mi personalidad y el punto débil que me acompañará siempre y se ampliará durante las crisis de dolor y debilitamiento. Darme cuenta de la metamorfosis de la belleza de una mariposa a una oruga frágil no fue nada sencillo.

Metamorfosis

Manos a la obra pensé. Me dijeron que no había forma de curarla, sin embargo; activé mi mecanismo de defensa y no quise dar entrada a mi memoria a ese mensaje devastador. Constituí en mi mundo íntimo una serie de mecanismos en forma de operaciones mentales capaz de permitirme la disminución de mi malestar provocado por el diagnóstico.

No me podía permitir torturarme por un recuerdo de esa consulta porque lo llevaría a donde quiera que fuera.

Afortunadamente, mi familia, no fue parte de una institución que implicara una agresión externa, pero aprendí que la sociedad sí. La enfermedad no era reconocida hace diez años como tal, así que había que lidiar también con la incomprensión y el desconocimiento.

Fue aquí donde empieza la fiebre de mi compromiso social que me obligó a descubrir en mí misma, otro modo de ser humano. Y se ha convertido en un proceso de aprender y re-aprender muy intenso y mediante el cual, buscaré con toda mi alma, compartir contigo para atender el reclamo continuo de nuestros cuerpos adoloridos pero llenos de confianza en que se convertirán, algún día, en mariposas libres de dolor.